
A menudo nuestro cine olvida lo importante que es una buena publicidad para cambiar las cosas, para darle un vuelco a lo establecido y fijar las miradas en algo nuevo que cuenta con pocos medios para hacerse oír pero que si lo consigue puede tener la clave para cambiarlo todo. Muchas preguntas habría que cuestionarse, entre ellas qué sería de nuestro cine joven o si Amenábar disfrutaría de la privilegiada situación que tiene ahora, si Tesis no hubiera arrasado en los Premio Goya de 1996 como lo hizo. No es el hecho de que ganara el premio gordo sino la sorpresa que provocó que derrotara a El perro del hortelano de Pilar Miró , la gran favorita, la película española del año que suponía el empeño personal de una de las grandes personalidades de nuestro cine por llevar a buen puerto (la cinta estuvo plagada de problemas de financiación) una de las obras cumbres de nuestra literatura. Sin embargo el debut de Alejandro Amenábar se había estrenado casi un año antes, había fracasado en la taquilla y encima pertenecía a un género que casi había sido desterrado del cine español, el thriller psicológico de suspense. Era la lucha de David contra Goliat pero ocurrió lo inesperado y Tesis sólo perdió una de las nominaciones, mejor actriz que fue para Emma Suárez, reponiéndose al día siguiente en muchos más cines de los que se estrenó y llegando a una recaudación final, casi 3 millones de euros, que triplicaba su presupuesto.
A partir de esa gala comenzó el fenómeno Amenábar y se creó un mito, el del joven estudiante que, sin conseguir aprobar la asignatura de realización, se corona como el director español más importante desde Almodóvar. Desde esa gala de los Goya se convirtió en el ceniciento de nuestro cine: con tan sólo tres cortos amateur rodados en vídeo llama la atención de un importante director, José Luis Cuerda , que se convierte en su productor para acabar creando cuatro de las películas más taquilleras de la historia del cine español.

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