lunes, 19 de marzo de 2007

El otro lado de la moneda




Hasta ahora hemos hablado de tres nuevos directores y películas, que a mediados de la década de los 90 sorprendieron por su innovación y su buen hacer en el panorama de nuestro cine patrio. Pero en esta ocasión nos centraremos en un director novel (novel en la dirección pero no en el mundo del cine) que siguió haciendo lo que otros ya habían hecho y esto le valió el reconocimiento y un buen lugar en el podium de nuestros directores españoles.

Agustín Díaz Yánez se estrenó como director en 1995 con Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. Él mismo reconoce que esta película está influida por la obra de Scorsese y Schrader, una historia dura, violenta y sórdida, que sin querer, también recuerda un poco a ¿Qué he hecho yo para merecer esto? de Pedro Almodóvar, de hecho, muchas personas creen que Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto pertenece a la filmografía del manchego, ya que son historias duras, protagonizadas por mujeres, que recrean el ambiente de un Madrid de extrarradio, mujeres con lastres a sus espaldas…en definitiva, son películas “parecidas”, con once años de diferencia.
Ésta comparación ejemplifica claramente que Agustín Díaz Yánez innovó poco en su primera película, simplemente tiró de lo aprendido en los años que había estado escribiendo para otros y ayudando a gente como Almodóvar (casualidades de la vida fue ayudante de dirección en Átame).
Pero pese a su poca innovación, el público y la crítica se rindió a sus pies y como consecuencia de esto, los premiso Goya de 1996 también; 8 premios de 10, entre ellos mejor película, dirección novel, actriz para Victoria Abril, secundaria para Pilar Bardem, guión original, música…un claro ejemplo de que se premió a lo clásico antes que a la innovación (ese año competían por el premio a mejor película “Boca a boca” y “El día de la bestia” que se desmarcó de lo hecho anteriormente en España como ya hemos dicho anteriormente).

Después, en 2001 vendría “Sin noticias de Dios” una película que jugaba con la ironía y el sarcasmo, ya que Penélope Cruz interpretaba a la enviada del infierno y Victoria Abril la enviada del cielo. Exceptuando esto, que era una película trilingüe (en el cielo se hablaba francés, en el infierno inglés y en español en el "mundo") y que materializaba un poco más el regreso de Penélope Cruz al cine español, la película no obtuvo la acogida que se esperaba. Tampoco contaba nada nuevo, la lucha del cielo contra el infierno (esta vez por el alma de un boxeador), una estética muy cuidada, una escenografía muy medida y algún numerito musical de la Abril…pero nada nuevo. 11 nominaciones para los Goya y ninguno para casa. Ese año (como siempre) era el año de Amenábar y Los Otros (esta vez si se premió la originalidad y la innovación…la superproducción y la película americana más española de la historia…)

Y su última película, la hiper-promocionada-superproducción (de Telecinco) Alatriste, pues…tampoco ha cambiando nada en el panorama del cine español. Lo innovador, que ha sido la película más cara de la industria española por el momento…pero de poco le ha servido. Todo el mundo ha ido en masa a ver la película y todo el mundo ha dicho lo mismo: larga, aburrida y demasiado pretenciosa (compilar todos los libros de Alatriste en una sola película, era demasiado).

En definitiva, Agustín Díaz Yánez es uno de nuestros directores que, con pocas películas y con un reconocimiento de la critica un tanto escaso (exceptuando Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto), ha conseguido situarse en uno de los puestos más reconocidos del cine español, simplemente por hacer lo ya visto y aprendido de otros. Una fórmula poco arriesgada (arriesga más en lo económico) que le ha dado muy buenos resultados.

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