martes, 10 de abril de 2007

¿Estudiar cine o hacer cine?






El cine sólo será arte cuando los materiales de filmación sean tan baratos como el lápiz y el papel.
Esta frase de Jean Cocteau sirve como prólogo perfecto para explicar, o intentarlo al menos, la eterna pregunta a la que se enfrenta nuestro cine: ¿por qué el cine español va mal? A lo largo de este blog hemos hablado de algunos de los directores jóvenes más relevantes que han aparecido en el panorama cinematográfico patrio pero ahora queremos marcar un punto de inflexión y preguntarnos cuáles son las principales dificultades que encuentran los jóvenes creadores ya no sólo para hacer cine sino para poder estudiarlo o formarse. Todo esto repercutirá, por supuesto, en la creación de una cantera de cineastas que se dediquen a intentar renovar un arte al que también hay que considerar un negocio.
El problema principal al que se enfrenta cualquier persona que quiere estudiar cine en España es el dinero. Los precios de las matrículas y de los cursos son casi prohibitivos para cualquier persona de clase media y esto limita enormemente la formación cinematográfica a aquellos con poder económico solvente. Es aquí donde nos planteamos una pregunta clave en todo esto: ¿el cine se aprende o necesita un componente intrínseco vital que es lo que convierte a una persona en un auténtico cineasta? Es obvio que de las escuelas de cine salen grandes profesionales y se realizan grandes obras dentro de sus prácticas pero hasta que punto esto es justo para alguien con talento pero sin posibilidad de formarse en un centro privado es algo que hay que tener muy en cuenta de cara a este negocio. Alejandro Amenábar (Imagen y Sonido), Pedro Almodóvar (el underground madrileño), Isabel Coixet (licenciada en historia), Julio Medem (licenciado en medicina), Daniel Sánchez Arévalo (licenciado en empresariales), Álex de la Iglesia (licenciado en filosofía)...todos ellos tienen dos cosas en común: han conseguido trascender de meros directores a cineastas con una identidad propia y un nombre que consigue llevar al público a las salas, y ninguno ha pisado una escuela de cine. Esto es extensible a muchas otras cinematografías y demuestra que el componente básico para poder llegar a hacer un trabajo que perdure y crear una filmografía potente no se encuentra obligatoriamente en una escuela de cine.
Con todo esto queremos dar un toque de atención a muchas de las productoras de España ya que quizás el cine español no vaya todo lo bien que debería por la falta de oportunidades que se dan. Nos referimos principalmente al ámbito del cortometraje y a la explosión que ha vivido este en nuestro país en los últimos diez años. Consideramos que, ya que estudiar cine es algo reservado para muy pocos afortunados, el mundo del corto debería estar reservado como particular escuela de cine de aquellos que necesitan demostrar su talento pero con pocos medios. A veces la mejor manera de aprender y demostrar es rodando. No estamos hablando de que el cine se convierta en una anarquía, más ahora con la democratización que ha producido el vídeo digital, pero sí que se valoren más las ideas y la puesta en escena que la técnica utilizada; no nos olvidemos de cómo Amenábar consiguió dirigir Tesis habiendo realizado sólo tres cortos amateur en VHS pero donde ya se veía su gran capacidad de narración y de construcción de personajes. El problema principal es que la mayoría de oportunidades que se dan en España se reservan para los cortos rodados en cine, casi todos salidos de las prácticas de las escuelas de cine, por lo que ya no sólo se crea un puente entre el aspirante a cineasta y poder hacer una película sino que también se establece otro entre esa misma persona y poder dirigir un corto en cine. ¿Por qué en cine? Porque los festivales donde se dan a conocer han optado en los últimos años por una discriminación, a menudo vergonzosa como ocurre en el Festival de Málaga, entre cine y vídeo, ya no sólo en la selección de obras sino en los premios en metálico (mucho mayores para cine que vídeo) o en la publicidad, un factor muy olvidado en nuestro cine.
Este auge del corto, en nuestra opinión, ha provocado la irrupción de grandes creadores en nuestro panorama cinematográfico, aunque algunos como Koldo Serra han demostrado luego su incapacidad para afrontar con éxito un largometraje, pero también un progresivo olvido de todos aquellos que hacen verdaderas maravillas en vídeo pero que no pueden hacerse oír. En este aspecto destacamos el concurso Fotogramas en corto. La primera edición de este festival fue ejemplar, no sólo ganó una obra rodada en vídeo, Manolito Spinberg, sino que se dio cabida a cine y vídeo por igual premiando sobre todo las buenas historias. Además permitió la difusión masiva, con la entrega del DVD con la revista de cine más leída en España, de nuevos creadores, muchos de los cuales no habían podido dar salida a sus cortometrajes hasta ese momento. Supuso una gran oportunidad y una gran lección para muchos ya que se valoraba algo más que haber rodado en celuloide. En las dos ediciones siguientes todo esto se ha caído por tierra con una selección de cortos de gran presupuesto que han apagado por completo la voz de aquellos que sólo pueden demostrar de lo que son capaces en vídeo. Todo un lamentable paso hacia atrás de lo que había nacido como una gran oportunidad para la promoción de nuevos talentos.
Es indudable que el buen cine no entiende de formatos pero, por eso mismo, deberían plantearse las grandes productoras de España mirar un poco más hacia el vídeo. Puede que la textura de la imagen no sea la misma, que no haya actores famosos ni una buena fotografía, que el director nunca haya pisado una escuela de cine…pero se puede ver mucho talento en ese formato, quizás en ocasiones más que en cualquier centro privado donde se forman a muy pocos privilegiados. Quizás muchos de los productores españoles no deberían olvidar de donde salieron los dos directores de cine españoles más importantes de los últimos veinte años: Pedro Almodóvar y Alejandro Amenábar.

2 comentarios:

_ dijo...

Me ha gustado el artículo, está bastante bien que comentaráis este tema.

Pienso que esa diferencia que crean entre cortometrajes-cine y video es por su coste de producción. Los "entendidos" "entienden" que no puede compararse un cortometraje de un presupuesto más pequeño con el dinero que se pueden gastar al rodar en cine. No se puede justificar, la calidad de imagen sigue siendo aún mejor en cine, pero no solo cuenta eso. Dentro de un cortometraje hay una historia, unos actores, una dirección artística, un ritmo narrativo, etc, etc.

Una cosa que sí es importante, es que la pega no sólo está en que las productoras no se fijen en los directores españoles. Lo peor es que fuera de España, si se fijan en lo mejor que sale de aquí. Ahí tenéis a Alex Pastor que va a realizar una película por ganar en Sundance, o Nacho Vigalondo trabajando para la productora de Ridli Scott por ser nominado a los oscar. Otros tienen suerte en nuestro país como Daniel Sánchez Arévalo.

Un saludo, nos vemos por clase!

Anónimo dijo...

Daniel Sánchez Arévalo estudió en la escuela de cine de Nueva York